Scorpions: cara a cara tras 25 años sin vernos
Pues sí, al final lo conseguí. Me quedé con las ganas de ir a Madrid hace unos meses y aplaudí con fervor al enterarme de que, un año más, “debería” ir al Azkena Rock Festival, mi festival favorito, cuyo cartel este año dejaba tanto que desear que necesitaba de un milagro para que servidor acudiera a la cita. Y dieron en el clavo. Banda que tenía profundamente olvidada durante largos, larguísimos años, el grupo alemán se sacó de la manga un estupendo disco llamado “Sting in the tail” cuya brillantez me hizo no solamente comprarme el vinilo sonó desear volver a verles, y más cuando anunciaron “gira de despedida”…luego ya se sabe lo que pasa con estas giras, pero bueno, los germanos llevan mucha mili, muchísima, así que por si las moscas decidí que debía enfrentarme de nuevo con mi más lejano pasado metalero.
Ayssss, Scorpions…uno de los grupos de mi vida? Bueno, acotémoslo, digamos que de mi adolescencia. Eso sí, sin duda alguna. Yo fuí uno de tantos teenagers con ansias heavymetaleras que cayó en las garras, o mejor dicho que fue alcanzado por la picadura del escorpión alemán. “Love at first sting” y, sobretodo, el doble “World wide live” (siempre fuí muy fan de los dobles en directo, era la forma más rápida de empaparte de un grupo), sonaron hasta la extenuidad en mi precario tocadiscos, el primero que tuve, claro. Viví la salida del directo con pasión, y ante la noticia del concierto que iban a celebrar en el campo de fútbol del Sant Andreu (septiembre del 86) el jolgorio entre mis nuevos amigos heavys fue máximo. Hacía apenas unos meses que nos habíamos conocido y ese iba a ser nuestro tercer concierto juntos. Como curiosidad, un dato: al día siguiente tenia exámen de latín, de recuperación claro, segundo del ahora añorado B.U.P. con serio peligro de no pasar de curso si suspendía. Pero vamos, que naturalmente me fuí al bolo, deseando que hicieran exactamente lo mismo que en el celebrado directo. Y vaya si lo hicieron, siempre fueron unos señores profesionales (lo siguen siendo, ahora voy a por ello). Luego volvieron en la gira de “Savage amusement” (la siempre difícil continuación a su explosión mundial…que pinchó, vaya si pinchó!) y desde entonces no los volví a ver, y empecé a perderles la pista. El celebrado “Crazy world” (que he redescubierto parcialmente estos días) fue su último pelotazo. Y, sinceramente, ni los eché de menos a partir de entonces ni me enteré muy bién de sus devaneos. Hasta que, de repente, me dio por escuchar vía Spotify qué tal sonaba su nuevo disco, “Sting in the tail”. Y, como contaba hace unos lineas, tuve una “recaída”. El disco me entusiasmó, lo escuché unas cuantas veces, lo puse en mi “Top Ten” de discos de año (2010) y ahí se quedó. Hasta hace unos días. Indagué con qué clase de repertorio iba a encontrarme y descubrí que la cosa prometía. Obviamente no se trataba de un revival de “World wide live” (eso ya hubiera sido la leche!), más que nada porque ha llovido mucho desde entonces (casi treinta años) y sobretodo porque había un último disco más que bueno y por el camino algo más que decente llamado “Crazy world” (ya saben, el disco que contiene “Winds of change”…). Repasé las canciones que o bién no conocía o bién no recordaba y descubrí que aparté de sus sempiternos clásicos (los que servidor iba a gritar hasta desgañitarse) también recibiría con agradado prácticamente todo el repertorio.
Así que ahí estaba yo, de nuevo, a mis 44 primaveras (tenía 16 el día del bolo en Sant Andreu, 19 la última vez que los ví en el Palacio de los Deportes), esperando a que salieran mis en otro tiempo muy queridos Scorpions. Los recibí con ganas, con esa sonrisa de complicidad en el rostro, en plan “ahí estáis, sois vosotros, que guay…”. Rudolf Schenker con su ya habitual look de los últimos años (pelo gris muy corto, sin bigote, gafas de sol…), Matthias Jabs con esa cara tan juvenil y con pinta de “los años no parecen pasar para mí”, y el entrañable Klaus Meine como Rudolf, vaya, gafas de sol +gorra al revés +indumentaria horrible (para variar…) pero “actualizada”. El resto, lo siento, no me importaban en exceso. Y en eso que Klaus coge el micro con ese gesto tan característico suyo y empieza a cantar…con un hilillo de voz que, aisss, o a) en la mesa no se han enterado que ha empezado el bolo b) el colega está algo flojillo o c) su inconfundible voz va a estar sepultada por la música todo el bolo. Digamos que, en general, no lo ví pletórico de voz, pero también es cierto que le podían haber subido un poco el volumen, hombre. En fin, que bajo los acordes de “Sting in the tail” (temazo) aquello empezaba a rular. Yo me los seguía mirando como diciéndome “coño Marc, son Scorpions de verdad, qué flipe, y molan!”. Cierto es que Rudolf ya hacía el payaso de entrada (ninguna novedad, correcto), un poco histriónico, acercándose peligrosamente a la caricatura, tendencia que se mantuvo y de hecho se fue acentuando a medida que el concierto avanzó. Pero bueno, daba igual. Matthias Jabs, que afortunadamente (como Meine) se ha dado cuenta que los años han pasado y que ya no puede ir con vestidos ridículos como el que se ve en “World wide live”, sonreía sin parar y daba muestras evidentes de estar pasándolo bién sin , por eso, sudar demasiado. Y bueno, Klaus Meine, con ese porte aristocrático en plan “yo soy ya un señor del rock”, dirigía el cotarro como a medio gas. Bueno, no, era que los años no pasan en balde y la época de las carreras de lado a lado de escenario habían pasado a la historia, je je. El iba a su ritmo, insisto, con un porte aristocrático espectacular, y de vez en cuando se topaba con las carreritas de Rudolf, un poco a los Janick Gers pero sin tanto circo ni tanta tontería…”Make it real” fue el primer clásico, esos acordes mágicos al inicio, esa cara que se te queda en plan “esta era…” y “chas, claro hombre”…La primera sorpresa, de hecho de las pocas, fue un tema más bién insulso com es “Is there anybody there?” (del “Lovedrive”, ese con esa antológica portada…del que por cierto llegaron a sonar hasta cuatro canciones), tan anodina que yo ni la reconocí. “The zoo”, renovada, sí fue recibida mucho mejor y casi cerró este primer bloque la instrumental “Coast to coast”, otro clásico, sí (aunque menos…). No la esperaba, como tampoco imaginaba que caería algo tan entrañable como “Loving you sunday morning”. Bién, la cosa rulaba muy bién, y servidor empezaba a pensar cuándo caería la primera balada. Porque vamos, estaba claro que como mínimo cuatro o cinco sonarían, y fue una de su último disco, “The best is yet to come”, la que tuvo el “honor” de abrir el fuego en este particular terreno donde los alemanes, aparte de conseguir fama y dinero a raudales, demostraron que no eran precisamente mancos. Sí hombre, las baladas heavys, ese gran argumento para llegar a las chicas que miraban con horror a los peludos…”ay, a ti te gusta el heavy? Uff…bueno, Scorpions también?” Y claro, te gustaran o no tu decías que sí. En mi caso era cierto, hasta un límite, claro, pero yo canté muchas veces “Still loving you…” La canción en cuestión, la del último disco, no es gran cosa, pero bueno, “acepto pulpo”, verdad? Entonces va y, siguiendo una costumbre suya que tenía olvidada, empalmaron dos baladas más. La primera fue “Send me an angel”, que el público en general recibió a grito pelado, y que por mi se la podían haber ahorrado. Ahora, la siguiente ya fue otra cosa muy diferente. “Holiday”, clásico eterno, medio balada de hecho, provocó el primer momento “gallina de piel” de la noche. Uff, ese inicio “let me take you far away”, con ese timbre de Klaus tan tan suyo, aiiissss que me emociono. Momentazo. Y del trio de baladas pasamos al trio de trallazos rockeros (ya sabemos que en Scorpions “trallazo” no significa lo mismo que en, por ejemplo, Judas Priest…pero nos entendemos, eh), una buena sucesión de inspiradas piezas como fue “Tease me please me” y sobretodo “Hit between the eyes” (temazo en mayúsculas, a la altura de sus mejores clásicos, perteneciente como la anterior a “Crazy world”) y la espléndida “Raised on rock”, de su última cosecha. Muy bién, sin esforzarse excesivamente pero sin dejar de atender a sus obligaciones en ningún momento (sin prisa pero sin pausa, a su ritmo, “anem fent”, que ya tenemos una edad deben pensar), el set de los alemanes iba por muy buen camino hasta que, horror, comprobé que conservaban uno de sus ticks del pasado, bueno, no solo suyo sinó de todo grupo metálico o de su área de influencia…sí amigos, el solo de batería…con un agravante especial, desconcertante diría yo, como fue que vino precedido por un…solo de percusión!!! La madre del Dio, pero si yo ni había reparado en que había un percusionista! De hecho creo que apareció a partir de ese momento, pero lo peor fue que el colega se lo tomó en serio, en plan “estos son mis cinco minutos de fama y los voy a aprovechar”: que si “oé oé”, que si “aaaarrrgggghhh”, que si “come on”…yo estaba estupefacto, os lo juro, y ya literalmente flipé en colores cuando se puso a tocar los bongos…pero bueno, esto qué coño es me dije, que estamos en un bolo de Scorpions! Total que el amigo siguió así unos minutos para dar paso al típico -y espantoso- solo de batería heavy con momento “falso Tommy Lee” incluído, vaya, con elevamiento de la batería…uff, que mal llevé esos minutos, creo que se tiraron perfectamente más de diez entre los dos solos…Resignado pensé que eso también era parte del circo, que ya tienen una edad y que les va de perlas descansar un rato, aunque como ya he dicho ni Jabs ni Meine parecían sudar demasiado la camiseta. Eso sí, dignos siempre! Todo volvió a su cauce con unas sirenas que anunciaban uno de los grandes y esperados momentos de la noche, “Blackout”, pero se ve que pensaron que necesitábamos descansar un poco nuestra garganta porque llegó el momento de otro solo, afortunadamente más corto que los otros, pero “solo” al fin y al cabo. Sí, de guitarra, precediendo otro de esos momentos que esperas con deleite: “Big city nights”.
La verdad es que el bis final estaba cantado: faltaban dos baladas “sí o sí” y un clásico eterno, EL clásico. Y ni me hacia ilusiones de más ni esperaba sorpresas: Scorpions nunca fueron amantes de ellas, fueron de los primeros grupos que ví que más milimetrados llevaban sus movimientos, que reproducían con más exactitud sus movimientos cada noche. No es una crítica, en su momento ya agradecí precisamente que fueran así y 25 años después no iba a reprochárselo. De hecho me encantó, por ejemplo, que en “Coast to coast” acabaran, como siempre, los cuatro juntos en el centro del escenario, con Klaus rascando también una guitarra, así que era obvio como decía las canciones que íban a interpretar. Y sí, esos acordes absolutamente reconocibles de “Still living you” empezaron a sonar y muchos recuerdos acudieron a mi mente. Seguí la canción con una sonrisa pero sin tanta emoción como esperaba. La disfruté pero no me volví loco de pasión, no hubo gallina de piel ni lágrimas asomando en mi rostro. Fue, sorpresivamente, un “Still living you” sereno…el paso del tiempo, sin duda, ja ja. Pero entonces saltó la sorpresa, en el terreno emotivo me refiero. Sí, ante mi -casi- estupor los primeros compases de la también eterna -y durante un tiempo un poco/mucho odiada, sobretodo gracias a la infumable versión en castellano que llegaron a grabar- “Winds of change” me emocionaron de verdad, y así seguí toda la canción, blando como un flan, con los ojos ligeramente humedecidos y cierta gallina de piel en mi cuerpo. No sé si fue la sincera y brillante introducción de Klaus (ninguna sorpresa por otro lado, ya sabéis, “esta es una canción que escribimos para celebrar la caída del muro de Berlín y es una canción de paz y esperanza, hoy más que nunca…”), las imágenes del día en que cayó el muro de fondo (emocionantes ya de por sí, un pedazo de la historia de Europa -del mundo- delante tuyo), si me puse a pensar en el futuro, en mis hijos, yo que sé, la cuestión es que disfruté mucho de la canción, uno de esos bingos universales, uno de esos temas que escapan de cualquier control posible, que emocionan hasta sin quererlo. Pues sí, pensé, preciosa de verdad…
Después ya solo quedaba tiempo para el clásico definitivo de Scorpions, el eterno “Rock you like a hurricane”, que canté a grito pelado dándolo todo, hasta botando en varios momentos, y que me dejó un fantástico sabor a “qué bién que me lo he pasado, hasta me da igual los putos solos, qué bién he hecho en venir!”.
Y eso, que me fuí feliz al hotel, regresé a casa aún más contento y antes de escribir este rollazo que os he soltado -pero que me apetecía un montón hacerlo- he agarrado el “World wide life” para hacer lo que no quise antes de ir a Vitoria: ver qué canciones no habían tocado, en ese momento hubiera sido qué canciones no van a tocar…Y bueno, creo que un día de estos voy a pinchar entero el doble plástico, si señor, que me apetece recuperar cosas que no sonaron en el Azkena y que en su día me proporcionaron grandes momentos: “Coming home”, “Bad boys running wild”, “Can´t live without you”, “Another piece of meat”, “Dynamite” o “No one like you”.
En fin, qué bueno haberlos visto de nuevo, gran noche!